Friday, April 28, 2006

Serafin


Serafín camina despacio, su boina de lado lo cubre del sol, un paquete de ducados asoma por el bolsillo de su camisa; Serafín aun tiene sueños, lo longevo de su estado no impide que aun recuerde esas noches de la Habana en las cuales caminaba junto a Violeta por su viejo y húmedo Malecón, testigo fiel de las cientos de historias arropadas por la noche

Serafín aun recuerda esos besos y caricias sin pecado que ocurrieron un día en un viejo y mal oliente hotel del centro de la Habana; también recuerda el cuerpo desnudo de Violeta asomándose por la ventana, esa sería la ultima vez que las caricias y los besos estuvieran privadas de pecado, esa seria también la ultima vez que Serafín conocería el amor.

De vez en cuando abre su tocadiscos y pone perfume de gardenias, en ese momento se transporta al Gran Salón Victoria con su chaqueta americana blanca y su sombrero de fieltro; ya no tiene 78 años si no 22 y lo que esta fumando deja de ser un Ducado y se convierte en un aromático Habano; también deja de sentir ese dolor en la espalda que tiene más de 30 años siendo su fiel amigo y ahí después de toda su transformación aparece ella, con su viejo vestido rojo y su vaso de ginebra en la mano invitándolo a bailar la última pieza que tocará la orquesta ese día. El, la observa con cara de asombro, ese vestido rojo penetra el último de sus sentidos, ella, con una cara de luna lo mira como el último cliente de la noche; así se abren paso entre la multitud de danzantes que como ellos buscan en este ocaso de luna un refugio contra la soledad.

Serafín camina solo desde ese día, los habanos la chaqueta americana y las lagrimas de amor se quedaron guardados en el baúl del recuerdo. Serafín tiene mucho que contar pero esta no es la ocasión, tarareando perfume de gardenias se aleja del bar con su ducado en la boca.

Camina por el viejo sendero que lo lleva a su Habana particular.

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